Conocí a Don Beto, cuando fui a solicitarle trabajo como médico; de inmediato dijo que se me contratara y me contó que el había creado un consultorio médico para atender a la gente más necesitada, en el cual se otorgaba incluso el medicamento ya que de no contar con medicamento se mandaba comprar, según la necesidad del paciente, que también se contaba con un aparato de ultrasonido para que los pacientes que lo necesitaran no tuvieran que acudir al hospital y sobre todo gastar, ni tampoco perder tiempo, ya que era gente que a veces hacían hasta un día de camino para acudir al médico y no contaba económicamente con recursos para permanecer más tiempo en la ciudad. El consultorio era gratuito, esto es algo que don Beto nos decía no sólo a mí, sino a cualquiera que le preguntara sobre sus consultorios; para él era un orgullo poder ayudar a la gente, sobre todo en el tema de la salud.
En una ocasión se acudió a pintar las nuevas oficinas. Se dijo que cada quien iba a pintar su area, por lo que fui a pintar el que sería mi consultorio. Al otro día al llegar don Beto a la oficina me preguntó que quien me había mandado a pintar, que mi trabajo sólo era atender a las personas enfermas, que no debía dejar descuidado el consultorio; incluso nos llamó la atención a todos y dijo que no se me volviera a tomar en cuenta para ese tipo de actividades ya que la salud siempre fue la prioridad para don Beto.
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